Un excelente artículo de la asociación Cultural Sucarrats.
Monroyo es un pequeño pueblo
escondido entre un mar de pinos, carrascas y montañas, en la parte más alta de la comarca del
Matarraña (Teruel). Se trata del núcleo de población de la
comarca situada a mayor altitud, a unos 857 metros, al abrigo de la Mola,
una imponente masa rocosa de forma aplanada que constituye, junto con la
torre del reloj que se erige en ella, su signo de identidad más
característico. Su situación privilegiada lo convierten en un mirador
excepcional del resto de la comarca y en la antesala de uno de los
espacios naturales más bellos de la provincia: los Ports de Beseit
(Puertos de Beceite).
Además
del entorno natural de indiscutible valor y belleza, Monroyo también
posee un casco urbano histórico y monumental. En los alrededores del
pueblo se puede visitar el pozo conocido como Pou de la Vila, cuyo
origen ha sido atribuido tradicionalmente
a los árabes. En lo alto de la Muela se pueden visitar los restos del
antiguo castillo árabe, hoy casi totalmente desaparecido. Ya en el pueblo
se pueden observar los restos de los cuatro portales que daban entrada al
antiguo recinto enmurallado, de los cuales sólo queda en pie (gracias a
una restauración) el Portal de
Santo Domingo. Hay que destacar el conjunto monumental de la Plaza del
Ayuntamiento y la Empedrada, la Iglesia y la Plaza de Josa, algunas casas
nobles como la Casa del Marqués de Santa Coloma, la Casa Sastrón o el
antiguo Hostal. Pero no acaba aquí la cosa, cualquier rincón de Monroyo
aporta su belleza a un conjunto que, sin duda, merece la pena visitar.
Este
entorno natural y urbano influye sobre
la vida de nuestro pueblo y sobre la de sus 393
habitantes. En primer lugar, las principales actividades económicas de
Monroyo se encuentran directamente relacionadas con el entorno:
agricultura, ganadería ovina y porcina, explotación forestal de la
madera y la trufa, caza, turismo, etc. En segundo lugar, condiciona la
gastronomía típica del lugar, que se basa en los productos que ofrece
la naturaleza: jamón y otos derivados del cerdo, trufa, miel de romero,
leche de cabra y oveja, etc. Así pues, los platos más típicos del pueblo son
el cordero, cabrito, conejo, ternasco al horno, pichones, etc., todos
ellos escabechados o trufados. Además, destacan postres como la cuajada
con miel, los mantecats, las casquetes y los almendrados.
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